Hay que ver cómo cambia las cosas gracias a la tecnología. Hasta hace muy pocos años, en cuanto empezaba a acercarse la Navidad los buzones de las casas se llenaban de felicitaciones navideñas. Algunas muy originales y otras no tanto. Pero lo importante era el detalle de que alguien se había acordado de ti, había comprado unas tarjetas, había cogido un boli para dedicarte de su puño y letra una feliz Navidad y se había gastado una pasta en mandártela (ya se sabe, el christmas, el sobre y el sello de correos)
Sin embargo, a estas alturas de la vida, lo que recibimos por Navidad es una ingente montaña de spam en el correo electrónico que, lejos de recordarnos la magia de estas fechas, nos pone de mala leche. La gente ya no se curra los christmas como antes. De hecho, te mandan un dibujo cutre e impersonal que rara vez tiene un link a algún sitio y, cuando lo tiene, no es más que la típica animación en flash hortera que hacen las agencias chungas a un precio súper módico y carentes completamente de cualquier tipo de mensaje. Eso sí, los directores de las empresas se lo envían a todos sus empleados, para que lo reenvíen a clientes y proveedores, como si estuvieran mandándoles una reproducción en vivo de la Capilla Sixtina…